HISTORIAS DE ESPANTOS

Autor. Hernán Blanco

HERNAN BLANCO

Suele decirse que quien nace enmantíllado es una persona que ve muertos hasta en la sopa. Este es el caso de Celio Bolívar, quien nació en la Vela, y cuyos padres eran: Virginia Bolívar y Guadalupe Hernández. Tiene muchos años residenciado en Mataruca y está casado con la señora Juana Medina de Bolívar.  
Celio, como vendedor de leche era un caminante de la oscuridad, siempre tenía que salir de noche o por la madrugada a buscar la leche que tenía que llevar a Coro, unas veces iba acompañado, otras  veces sólo con su burro o con algún perro. Cuando el sol se ocultaba, Celio tenía sus encuentros con seres del más allá: Espantos, fantasmas, aparecidos, duendes, les dice la gente. Según Celio los hay de dos tipos buenos y malos. Cuando el espanto sale vestido de negro es malo y vestido de blanco es bueno. Afirma no tenerles miedo porque toda su vida los ha estado viendo.  
Estas fueron algunas de las experiencias que pudo recordar para contármelas: En una ocasión iba en un carro con otro señor a buscar leche a Las Dos Bocas, sucedió que cuando estaban pasando por un lugar conocido como el Cachimbo, se detuvieron asombrados al ver en la carretera algo semejante a una culebra que la atravesaba largo a largo. Aquella cosa que se movía tan lentamente que parecía no terminar de pasar. Celio le dijo al conductor que estaba bastante asustado, que le pasara por encima. Así lo hizo. Grande fue la sorpresa de los dos cuando voltearon. Lo que era, estaba intacta y se seguía moviendo. Aquel chofer no le quedó más remedio que meter chancleta a fondo para pasar el susto. 
Otra madrugada, iba con su burro y un perro para La Vela a llevar una encomienda, cuando se estaba acercando al puente viejo, vio venir hacia él, un soldado con todo sus implementos militares, cuando estaba a dos metros de distancia el perro dio un salto y se subió en el burro aullando. Esta vez el asustado fue el perro. 
Otro día a las cuatro de la mañana viniendo de El Tigral, cuando se aproximaba al sitio conocido como la quebrada de El León o el puentecito, escuchó un ruido que le pareció como si vaciaran monedas en una lata, él se detuvo receloso a ver si veía a alguien salir de aquella oscuridad. Al rato vio salir una figura con vestimenta de soldado en un caballo, que relumbraba y todos sus aperos eran muy llamativos. Aquel jinete, arreó su caballo y se desapareció en la oscuridad de la noche. En ese sitio oyó decir que había plata enterrada. 
Un día que pasaba por uno de esos caminos que transitaba, con frecuencia se topo con un hueco que por sus características le llamó la atención. A él se le ocurrió pensar en aquel momento que ese hueco había sido hecho por alguien que estuvo sacando un entierro.   
Por ese tiempo había conocido en La Vela a un señor de Barquisimeto que tenía un detector de metales. A este señor le comentó lo del hueco misterioso que había visto, donde creía estar seguro, había dinero enterrado. Así fue como con otros dos, más se entusiasmaron para ir a buscar el supuesto tesoro enterrado. Estando en el sitio como a las nueve de la noche, dos se quedaron vigilando en el camino, y Celio con el barquisimetano se dirigieron al hueco a tratar de localizar el entierro de la fortuna. Cuando estaban en pleno apogeo con el detector de metales, vio Celio venir la figura blanca de un hombre con unos perros igualmente blancos. Los perros se acercaron hasta donde estaba Celio y se le pusieron al lado, el señor de Barquisimeto cuando vio aquellos perros, comenzó a temblar de miedo y de allí salió disparado con los dos que cuidaban, que por cierto no vieron ni oyeron, pero si corrieron bastante.  
Cuenta Celio que él escuchó al muerto decirle a los dos que estaban en el camino, ¡Con que trabajandito! 
Detrás y dentro de su casa, dice Celio haber tenido muchos encuentros con estos seres de ultratumba. Una noche detrás de su casa se encontró con otro espectro que le preguntó ¿Cuál es el camino? A lo que él respondió ¿cuál camino? Este le respondió, déjelo si no lo sabe y siguió su camino, a medida que se alejaba él lo veía como en el aire. Celio cree que detrás de su casa hay dinero enterrado, porque él ha logrado ver en varias oportunidades tres lucecitas. 


                                                                          Celio Bolivar 
                                                                 Enmantillado de Mataruca